El reto comenzó al descubrir que este tipo de actividades suelen tener lugar en institutos, con aulas de tecnologías o talleres de ciencias especializados, con multitud de recursos, y teniendo como destinatario al alumnado del primer ciclo de Secundaria. Indagando un poco llegué a toparme con algún que otro cole que se había sumado al carro y, gracias a los medios de los que el centro disponía y de tener un grupo suficientemente maduro y preparado, había logrado hacerlo en Tercer Ciclo de Primaria, concretamente en 6º.
Pero nosotros éramos 4º... Un cuarto muy motivado, con confianza como para echarle cara a cualquier desafío, con infinita disposición y todo lo que se quiera, pero... un cuarto al fin y al cabo. Con nuestro nivel madurativo, nuestras características psico-evolutivas, y nuestro momento académico y vital propios de un cuarto, ¡nada más!
Entonces yo, con humildad y con la verdad por delante, que es como se acaba llegando siempre a los sitios, les puse ante ellos las cosas tal y como eran en realidad. Chicos, chicas, este es el proyecto, así lo han hecho otros compis (visionado de vídeos de secundaria y algún sexto). ¿Os atrevéis? Rotundo sí. Y fue en ese momento en el que me acordé de algo que aprendí durante mis prácticas del Máster, en mi experiencia en las Comunidades de Aprendizaje. Ante un reto tan bonito como el que teníamos delante, lo verdaderamente valioso no iba a ser que el resultado final fuera perfecto o no, sino todo lo que íbamos a poder aprender y crecer durante el proceso. Y me uní a ese SÍ. Les confié: -Nosotros vamos a intentarlo, ¿vale? y si no nos sale porque se nos quedase demasiado grande, pues lo hemos intentado, y ¡a ver hasta dónde llegamos!
Y hasta el final llegamos.
Aprendimos Naturales, Plástica, Matemáticas y mejoramos nuestra expresión oral de Lengua. Incluso tuvimos que ampliar nuestro vocabulario de Inglés gracias a algunos materiales e instrucciones. Sobra decir que la Música estuvo resonando en nuestra clase a viva voz. Pero lo mejor que pudimos aprender no fue una asignatura más del cole, fue sin duda a creer en nosotros mismos. A descubrir que aún no teníamos techo, y a que "nunca se es demasiado pequeño si el corazón es grande".
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